Crónica España.

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Rusia busca mantener su influencia militar en Siria ante el posible derrocamiento de Al Assad.

Rusia busca mantener su influencia militar en Siria ante el posible derrocamiento de Al Assad.

Los analistas han coincidido en catalogar como un "revés" significativo para el presidente ruso, Vladimir Putin, la reciente caída del régimen de Bashar al Assad en Siria. Sin embargo, la determinación de Putin es evidente: busca minimizar los efectos negativos de esta situación, en especial en lo que respecta a la imagen que desea proyectar de Rusia como potencia mundial. Para ello, la conservación de las bases militares rusas en Siria se ha convertido en una prioridad innegociable.

Mark N. Katz, un analista especializado en Oriente Próximo del Atlantic Council, resume la situación al enfatizar que la cuestión central radica en la capacidad de Rusia para mantener su base naval y aérea en el país árabe. Las fuerzas opositoras a Al Assad, que ahora han ganado terreno, pueden no mostrar interés en permitir la permanencia militar rusa, sobre todo considerando que los aviones de combate de Moscú han llevado a cabo bombarderos en la región de manera constante hasta fechas recientes.

En un giro informativo, un portavoz del Kremlin reveló que se han establecido contactos con líderes de la oposición armada siria, quienes supuestamente han garantizado la seguridad de las instalaciones rusas y de las misiones diplomáticas en el territorio sirio. Asimismo, Dimitri Peskov, portavoz oficial, afirmó que Rusia está esforzándose al máximo para mantener un diálogo con las partes relevantes en este contexto.

Las bases rusas en Tartus y Khmeimim han estado "operando con normalidad", según afirmó una fuente siria, a pesar de que las fuerzas opositoras han tomado control total de la región. No obstante, el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW) advirtió en su reciente informe que la volatilidad de la situación política en Siria dificulta la previsibilidad sobre la duración de este acuerdo tácito.

El ISW también destacó la falta de homogeneidad en la oposición siria, que se compone de diversas facciones con diferentes ideologías y objetivos. Esto complica aún más la situación, ya que ninguna de estas facciones puede ejercer control absoluto sobre las áreas cercanas a las instalaciones rusas en el país, y la naturaleza de los contactos que mantiene Moscú sigue siendo incierta.

A pesar de la posibilidad de que Rusia logre afianzar su presencia militar en Siria, el ISW subraya que la caída de Al Assad representa una gran pérdida geopolítica para Moscú, ya que sus bases podrían quedar sometidas a la voluntad de los grupos opositores a los que previamente el Kremlin había catalogado de "terroristas".

Este cambio en la narrativa ha sido evidente, ya que altos funcionarios rusos y medios estatales han comenzado a referirse a los grupos rebeldes que han derrocado a Al Assad como "grupos de oposición" en lugar de "terroristas".

Si se materializara un escenario crítico, como la pérdida de las bases militares, las repercusiones para la presencia militar rusa a nivel global serían considerables, afectando incluso sus capacidades operativas en África. La base naval de Tartus ha sido fundamental para que Rusia proyecte su influencia en el Mediterráneo y, además, juega un papel clave en su logística y suministros, así como en las operaciones del Africa Corps, unidad que depende del Ministerio de Defensa ruso.

Por estas razones, los expertos insisten en que la caída de Al Assad es un duro golpe para Putin. Ya que la incapacidad de Rusia para salvaguardar el régimen sirio supone un golpe a su imagen como aliado seguro, comprometiendo su influencia en otras autocracias, especialmente en África, donde busca forjar alianzas.

Nikolay Kozhanov, profesor asociado del Centro de Estudios del Golfo, se suma a esta evaluación, apuntando que la proyección de Rusia como un aliado indestructible se ha visto seriamente perjudicada. Sin embargo, tanto Kozhanov como Katz comparten una perspectiva más optimista sobre el futuro de Putin en este contexto: la caída de Al Assad podría liberarlo de una situación complicada, con un régimen que había mostrado resistencia a las soluciones políticas propuestas por Moscú.

Los analistas sugieren que el final del régimen de Al Assad podría, en cierto modo, representar una salida del conflicto, lo que podría interpretarse como una bendición camuflada para Putin, que podría buscar recolectar beneficios de esta nueva dinámica. Katz, por su parte, sostiene que, aunque la caída de Al Assad es un severo revés, el nuevo escenario no necesariamente permitirá el establecimiento de un régimen pro-occidental en el vacío de poder resultante.

Es posible que, si se genera un enfrentamiento por el poder entre las diversas facciones victoriosas en Siria, Moscú pueda jugar sus cartas estratégicamente, apoyando a grupos específicos o incluso gestando un estado alauí en la costa mediterránea, basado en precedentes como la ayuda estadounidense a los kurdos en el noreste sirio.

Finalmente, la situación se complica con la reciente decisión de Rusia de ofrecer asilo a Al Assad y su familia, quienes llegaron a Moscú luego de huir de Siria. Esta jugada resalta la volatilidad del momento y la incertidumbre sobre el futuro del país y la influencia rusa en la región.

Dimitri Peskov, al ser cuestionado sobre la ubicación del expresidente sirio, se limitó a contestar que no tenía información sobre su paradero. Esta declaración refleja la opacada realidad que enfrenta Rusia y su liderazgo en la actual coyuntura siria.