MADRID, 8 de enero.
Groenlandia ha captado a lo largo de la historia la atención de potencias mundiales dada su magnitud, siendo la mayor isla del planeta, y su estratégica ubicación entre los océanos Atlántico y Ártico. Con el nuevo rumbo de la política exterior estadounidense bajo la administración de Donald Trump, este territorio vuelve a estar en el centro de la atención, y se perciben incluso propuestas que sugieren una presión militar como forma de influencia.
La historia de la colonización de Groenlandia se remonta al siglo X, cuando los nórdicos comenzaron a establecerse en la isla. Este proceso de ocupación no fue completamente resuelto hasta el siglo XIX, cuando Dinamarca se hizo con el control total de la isla. Desde 1979, Groenlandia disfruta de una autonomía significativa, y en 2008, Copenhague cedió la mayoría de las competencias locales, salvo en áreas cruciales para la seguridad, como la política exterior y la defensa.
Hoy en día, la población de Groenlandia se estima en aproximadamente 55.000 habitantes, quienes están representados por dos diputados en el Parlamento danés, al igual que sus vecinos de las islas Feroe. Sin embargo, existe un sentimiento predominante entre los groenlandeses que aboga por una mayor independencia de Copenhague, una posibilidad que ya está sobre la mesa.
Desde 2009, Groenlandia posee el derecho a convocar un referéndum para declarar su independencia, una posibilidad que ha captado la atención del primer ministro local, Mute Egede, quien ha reavivado este debate en las últimas semanas.
Tanto Egede como la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, han dejado claro que “Groenlandia no está en venta”, respondiendo así a las renovadas aspiraciones soberanistas que surgieron tras los comentarios de Trump sobre la isla, que ya había explorado durante su primer mandato y que ahora parece reactivar con más fuerza.
La historia de Estados Unidos con Groenlandia no es nueva; ya en 1867, durante la presidencia de Andrew Johnson, se consideró la posibilidad de adquirirla. Además, hace casi ochenta años, el gobierno de Harry S. Truman había realizado una oferta formal que incluía 100 millones de dólares en oro a cambio de la isla, información que salió a la luz posteriormente.
Aunque Trump no ha especificado cuánto estaría dispuesto a pagar ahora, ha manifestado su interés en la isla, argumentando motivos de seguridad nacional que justifican su reclamación sobre Groenlandia, además de otras áreas como el canal de Panamá. El magnate hace referencia a los movimientos de embarcaciones rusas y chinas en las aguas que rodean a la isla, lo que, según su perspectiva, añade un argumento en pro de la vigilancia y el control estadounidense en la región.
Estados Unidos ya mantiene una presencia militar en Groenlandia gracias a una alianza establecida con Canadá desde 1958, en el contexto de la Guerra Fría, conocida como el Mando de Defensa Aeroespacial de América del Norte (NORAD). Esta alianza incluye diversas instalaciones militares, con fines de inteligencia y defensa contra amenazas potenciales.
A medida que avanza el deshielo en el Ártico, se abren nuevas rutas de navegación que incrementan el interés político y económico en Groenlandia, una zona que también cuenta con abundantes recursos naturales como petróleo, gas y minerales raros, esenciales para la fabricación de tecnologías avanzadas.
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