
El primer ministro de Japón, Fumio Kishida, está a punto de reunirse con el director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) durante su visita al país el martes. Esta reunión es parte de los esfuerzos de Tokio por silenciar las críticas y recordar que es uno de los países "más sensibles" a temas nucleares.
Japón está a punto de comenzar con su plan de verter al mar el agua tratada de la central de Fukushima, doce años después del desastre nuclear de 2011. La falta de capacidad de almacenamiento en los tanques de la planta ha llevado a la polémica en el país. Desde el Gobierno de Tokio aseguran que la reconstrucción de la central es fundamental y que necesitan adquirir más espacio en los tanques para prevenir posibles desastres naturales.
Para purificar y tratar el agua antes de verterla al mar, Japón utiliza el Sistema Avanzado de Procesamiento de Líquidos (ALPS), que elimina las sustancias radiactivas en su mayoría, excepto el tritio. A pesar de eso, las autoridades japonesas aseguran que el agua está suficientemente purificada y diluida, cumpliendo con los estándares internacionales de radiación.
El OIEA ha creado un grupo para supervisar el proceso de liberación del agua y garantizar su seguridad. Tokio está esperando la aprobación definitiva del OIEA para comenzar el proceso, a pesar de las críticas de algunos países de la región y del sector pesquero que temen que la reputación de sus productos se vea afectada.
China ha mostrado su desconfianza hacia el plan de Japón y ha llamado a un boicot. Argumenta que la liberación del agua supone un peligro para las poblaciones y el medio marino de la región. Por otro lado, Corea del Sur ha adoptado una postura más cercana a Japón y ha señalado que el impacto en sus costas será mínimo debido a las corrientes oceánicas.
Después de un tsunami y la falla de los sistemas de seguridad de la central, la población japonesa continúa luchando contra las consecuencias del desastre nuclear de Fukushima. A diferencia de Chernóbil, las partículas radiactivas de Fukushima se vertieron principalmente al mar en lugar de la atmósfera, lo que pudo haber reducido el riesgo sanitario. Sin embargo, ha afectado gravemente a la industria pesquera del país.
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