Siete exjefes de ETA señalados por la Policía en el atentado de Sangüesa, aunque no se hallan pruebas contra 'Txeroki'.

MADRID, 30 Oct.
La Comisaría General de Información de la Policía Nacional ha revelado la identidad de siete exjefes de ETA como responsables del atentado llevado a cabo por la banda el 30 de mayo de 2003 en la ciudad navarra de Sangüesa, en el que murieron dos policías. Sin embargo, han afirmado que no cuentan con pruebas suficientes para implicar al exdirigente Garikoitz Aspiazu, conocido como 'Txeroki'.
Esta información proviene de un informe de más de 200 páginas al que ha tenido acceso Europa Press. Los investigadores han enviado este informe al magistrado de la Audiencia Nacional Francisco de Jorge, quien está encargado de investigar a la antigua cúpula de ETA por su posible responsabilidad en la orden de llevar a cabo el atentado.
En el informe se menciona a los exmiembros del Comité Ejecutivo de ETA Juan Fernández Iradi, conocido como 'Susper'; Gorka Palacios, alias 'Nagi'; Félix Ignacio Esparza, apodado 'Ana'; Mikel Albisu, también llamado 'Mikel Antza'; Ramón Sagarzazu, conocido como 'Ramontxo'; Soledad Iparraguirre, conocida como 'Anboto'; e Ignacio López de Vergara, conocido como 'Ibes'.
A pesar de esto, en el informe se admite que no existen pruebas o indicios suficientes para afirmar que 'Txeroki' y Aitzol Iriondo, alias 'Gurbitz', formaran parte del nivel de dirección más alto de ETA como miembros de ZUBA. Sin embargo, se reconoce que tenían cierto nivel de responsabilidad dentro de la organización.
Según el informe, la Policía explica al magistrado que ETA era una organización altamente estructurada y jerarquizada, en la que cada miembro tenía tareas asignadas y se rendía cuentas a un responsable. Estos responsables transmitían las órdenes emitidas por otro responsable superior o directamente por el órgano directivo.
Los agentes también destacan que esta estructura era muy cerrada y casi militar, con un sistema piramidal en el que cada miembro dependía de un responsable y este a su vez de otro superior. Todos los militantes eran conscientes de la existencia del Comité Ejecutivo y acataban las órdenes en la certeza de que no se trataba de órdenes personales, sino de un plan elaborado por la cúpula de la organización.
La Policía afirma que en ETA existía una disciplina estricta para evitar traiciones, deserciones, delaciones, falta de cumplimiento de las medidas de seguridad o actitudes críticas. En algunos casos, esta disciplina implicaba la ejecución del militante en cuestión.
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