
La vice primera ministra británica, Angela Rayner, ha anunciado su renuncia en un giro inesperado de los acontecimientos políticos, tras reconocer irregularidades fiscales vinculadas a la adquisición de su segunda propiedad. La dimisión se produce después de que Rayner, durante días, atribuyera la situación a un mal asesoramiento.
En su comunicado, Rayner admitió que pagó menos impuestos de lo que era correcto al comprar su casa en Hove, Sussex del Este, y que su decisión de ceder parte de su primera vivienda a un fideicomiso a nombre de su hijo con discapacidad permanente complicó aún más su situación fiscal.
“Asumo completamente la responsabilidad por este error”, señaló Rayner en la misiva dirigida a Keir Starmer, donde enfatizó su deseo de cumplir con sus obligaciones fiscales. Sin embargo, también mencionó que la presión sobre ella y su familia se había vuelto “insoportable” en las últimas semanas.
La dimitente, quien además ocupaba el cargo de responsable de Viviendas, Comunidades y Gobierno Local, manifestó que no era suficiente el informe interno que determinaba que había actuado "de buena fe". Aclaró que aceptaba no haber alcanzado los estándares requeridos en su compra de la propiedad.
El informe entregado a Starmer concluyó que Rayner había incumplido el código de conducta ministerial. A pesar de reconocer su cooperación durante la investigación, el documento establece que ella es la única responsable de sus acciones y que no buscó asesoramiento fiscal adecuado, según reportes de Sky News.
Starmer, al recibir la noticia, elogió la decisión de Rayner de someter su caso a un escrutinio exhaustivo, calificando su dimisión como “dolorosa” pero asegurando que fue "la decisión correcta". Además, destacó la lealtad y el compañerismo que Rayner había brindado en el ámbito político, describiéndola como “una verdadera amiga” y una aliada invaluable.
Por su parte, Rayner expresó su agradecimiento a Starmer por el “apoyo personal y público” en medio de la creciente presión ejercida por la oposición conservadora, que pedía insistentemente su destitución.
Este escándalo ha aumentado considerablemente la presión sobre el Gobierno de Starmer, y la renuncia de Rayner implica que el primer ministro se verá obligado a reconfigurar su gabinete ante la salida de una figura clave dentro del Partido Laborista.
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