Los apoyos militares rusos y las juntas en el Sahel superan en cifra de civiles muertos a los yihadistas.
Las organizaciones terroristas afiliadas a Al Qaeda y Estado Islámico están consolidando su avance en la región del Sahel y representan una amenaza para los países del golfo de Guinea.
MADRID, 25 Ago.
Los gobiernos militares de Malí, Burkina Faso y Níger, respaldados en diferentes niveles por mercenarios rusos, han causado más muertes de civiles en el último año que los grupos yihadistas operativos en la región del Sahel, quienes continúan expandiéndose hacia el sur con la intención de llegar a los países del golfo de Guinea.
Según informes del Africa Center for Strategic Studies (ACSS), vinculado con el Pentágono, el Sahel se ha convertido en la región más golpeada por el extremismo violento en África en la última década y registra la mayor cantidad de víctimas mortales.
En lo que va de año se han contabilizado 11.200 muertes, tres veces más que en 2021, lo que representa más de la mitad de las 21.780 víctimas en todo el continente. Estas cifras no incluyen las alrededor de 2.430 muertes de civiles atribuidas a las fuerzas militares de la región y a los mercenarios rusos, una cifra superior a los 2.050 muertos atribuidos a los grupos yihadistas.
Los ataques contra civiles cometidos por las fuerzas armadas de estos países, así como por otras fuerzas de apoyo, incluidos los mercenarios rusos del antiguo Wagner, han aumentado un 76% entre 2022 y 2024, pasando de 230 a 400 incidentes. En total, se estima que 4.740 civiles han muerto a manos de las fuerzas de seguridad en el marco de la lucha contra el terrorismo en los últimos tres años.
Organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch (HRW) han denunciado múltiples masacres cometidas por las fuerzas armadas, principalmente en Malí y Burkina Faso, países gobernados por juntas militares desde 2020 y 2022 respectivamente. Por ejemplo, HRW reportó que el Ejército burkinés ejecutó sumariamente al menos 223 civiles, incluidos 56 menores, en dos localidades el pasado febrero.
ACSS advierte que el nivel de violencia en el Sahel es altamente preocupante, especialmente después de los golpes de Estado en los tres países, donde la lucha insuficiente contra el terrorismo fue una de las justificaciones. Se ha observado un intento concertado de silenciar a los medios locales e internacionales, lo que ha llevado a una menor información sobre los actos violentos en la región.
Mientras tanto, los grupos terroristas operativos en el Sahel, principalmente las filiales de Al Qaeda y Estado Islámico en la región, continúan expandiéndose. En un informe reciente, se destaca que el 60% del territorio de Burkina Faso está fuera del control del Ejército, mientras que en Malí la cifra alcanza el 50%. En 2021, el porcentaje en ambos países era del 40%.
Un informe de la ONU señala que tanto el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM, filial de Al Qaeda) como Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS) han ampliado y consolidado sus zonas de operaciones. JNIM es considerada la mayor amenaza debido a la extensión del territorio que controla. Por otro lado, ISGS ha fortalecido su presencia en Malí y las zonas fronterizas con Burkina Faso y Níger, con el objetivo de expandirse hacia el sur.
La tregua frágil entre estos grupos terroristas les ha permitido seguir expandiéndose y controlando rutas logísticas esenciales para su supervivencia. Existe la posibilidad de que se forme un núcleo que atraiga a combatientes con el fin de intensificar la amenaza a nivel internacional si esta tregua persiste y no se logran avances significativos en las operaciones antiterroristas en la región.
Además, se ha observado un intento por parte de estos grupos de extender su influencia hacia los Estados ribereños del golfo de Guinea para acceder a recursos y corredores logísticos importantes para su expansión. Aunque por el momento Costa de Marfil y Ghana no representan un problema agudo, en el norte de Togo y Benín se han registrado un aumento de ataques violentos.
Según el ACSS, en los últimos doce meses se han reportado 500 incidentes violentos en o cerca de las fronteras con estos países, en comparación con los 50 sucesos de este tipo en 2020. Los parques nacionales en la región también se han convertido en un foco de atención para los grupos terroristas.
La falta de cooperación transfronteriza tras la llegada al poder de las juntas militares en Burkina Faso y Níger ha beneficiado a los yihadistas, que utilizan esta vasta zona como refugio. La porosidad de las fronteras ha facilitado su movimiento y les ha permitido evadir a las fuerzas de seguridad.
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