Crónica España.

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La Generación Z desafía a gobiernos globales con protestas ante promesas incumplidas.

La Generación Z desafía a gobiernos globales con protestas ante promesas incumplidas.

MADRID, 26 de octubre. La Generación Z ha tomado las calles a nivel mundial, desafiando a gobiernos que, en su opinión, no cumplen con las promesas políticas ni abordan sus preocupaciones. Estos jóvenes, que nacieron entre 1997 y 2010, han expresado su frustración ante la situación actual marcada por varias crisis, incluidas pandemias y recesiones económicas.

Desde ciudades como Katmandú, Yakarta y Lima, hasta Casablanca y Antananarivo, muchos jóvenes se han manifestado pidiendo reformas que reflejen sus necesidades en un entorno cambiante donde la inflación y la crisis climática son solo algunas de las preocupaciones que enfrentan.

Un reciente estudio de la consultora Deloitte revela que esta generación, aunque a menudo etiquetada como apolítica, se preocupa intensamente por el costo de vida, la salud mental, el desempleo y la degradación ambiental. Según Inés Arco Escriche, investigadora especializada en Asia, existe una creciente frustración hacia una clase política que parece no escuchar ni actuar en beneficio de los más jóvenes.

Entre los factores que han provocado este descontento, se destacan la corrupción, el nepotismo y una creciente desigualdad económica. Estos jóvenes sienten que el futuro que se les había prometido se ha desvanecido, encontrando una sociedad imperios en la que se enfrentan a la represión cada vez que deciden alzar su voz.

Las manifestaciones, muchas de ellas organizadas a través de plataformas digitales como TikTok y Discord, han mostrado una estructura horizontal sin líderes visibles. Aunque esta falta de jerarquía ha permitido un amplio apoyo social, a menudo se traduce en dificultades para controlar la violencia y la infiltración de elementos radicales en los movimientos.

Tras sufrir las consecuencias de la pandemia y sintiéndose desconectados de las instituciones que deberían representarlos, muchos jóvenes han adoptado símbolos de identidad como la bandera pirata de la serie de anime One Piece, que representa una lucha contra las injusticias. Este símbolo ha viajado de un país a otro, reflejando la globalización y la creación de referentes culturales compartidos.

Las movilizaciones actuales son comparables a eventos históricos como la Primavera Árabe o la Revolución de los Paraguas en Hong Kong, pero a diferencia de estos, los reclamos de la Generación Z tienden a buscar un cambio en el paradigma político más que simplemente derrocar gobiernos.

En Indonesia, por ejemplo, las protestas comenzaron después del anuncio de dietas exorbitantes para parlamentarios, lo que provocó indignación en un momento en que los ciudadanos enfrentan dificultades económicas. La situación se intensificó después de un trágico incidente en el que un repartidor fue atropellado por un vehículo policial.

De manera similar, en Timor Oriental, los jóvenes se alzaron contra la decisión de las autoridades de adquirir vehículos costosos para parlamentarios, mientras que en Kenia las protestas estallaron tras la muerte de un bloguero en custodia policial, continuando por la creciente presión fiscal en medio de una crisis económica asfixiante.

Marruecos también ha sido escenario de descontento, donde la muerte de varias mujeres en un hospital público provocó la ira de una juventud que exige mejoras en el sistema de salud y educación. En este contexto, el movimiento GenZ 212 ha convocado a las masas para que se escuchen sus exigencias en un país que parece priorizar inversiones en grandes eventos deportivos más que el bienestar de sus ciudadanos.

A pesar de la diversidad de causas que han motivado las manifestaciones, en Nepal el gobierno ha mostrado signos de acercamiento con la Generación Z, al proponer a una primera ministra tras la renuncia de un mandatario a través de plataformas digitales.

En Bangladesh, la presión de estudiantes y militantes opositores resultó en la caída de la ex primera ministra, abriendo paso a un nuevo gobierno que ha comenzado un proceso de reforma. Sin embargo, en Madagascar, la crisis se ha convertido en una oportunidad para que dirigentes militares aprovechen la situación y se hagan con el control del país, evidenciando los riesgos que enfrentan estos movimientos si carecen de una estrategia política clara.

Igualmente, en Perú, aunque se ha producido un cambio de administración tras la destitución de la presidenta, el descontento persiste, especialmente tras la muerte de un rapero a manos de la policía, lo que demuestra que el desasosiego social es un fenómeno que trasciende fronteras y situaciones específicas.