MADRID, 1 de enero.
En una manifestación masiva que ha captado la atención internacional, decenas de miles de ciudadanos georgianos se han congregado frente al parlamento en Tbilisi durante las festividades de Año Nuevo. Los manifestantes han expresado su firme apoyo a la adhesión de Georgia a la Unión Europea, en oposición a la creciente inclinación pro-rusa del gobierno actual.
La situación en este país del Mar Negro ha estado marcada por una profunda crisis constitucional desde que el partido en el poder, Sueño Georgiano, se proclamó vencedor en las elecciones parlamentarias de octubre. La tensión se intensificó cuando el 28 de noviembre se anunciaron la suspensión de las negociaciones con Bruselas sobre la posible entrada de Georgia en la UE, un proceso que queda pospuesto, al menos, hasta el 2028.
Durante las protestas, la presidenta saliente, Salomé Zurabishvili, se dirigió a los asistentes con un mensaje de esperanza: “2024 será el año de nuestra unidad y 2025 será el año de nuestra victoria”. Zurabishvili, crítica abierta del gobierno, se unió a los manifestantes en un momento en que en la capital ondeaban las enseñas de la Unión Europea y de Georgia, simbolizando la aspiración de muchos ciudadanos por conectar con Occidente.
En un contexto en que la comunidad internacional observa atentamente, los ministros de Asuntos Exteriores de Alemania, Francia y Polonia han instado a las autoridades georgianas a considerar la posibilidad de convocar nuevas elecciones. Esta sugerencia surge como una potencial solución a la crisis política que atraviesa el país, pero también como respuesta a la creciente represión policial contra los manifestantes, que ha sido evidente en los últimos días.
Es importante destacar que las protestas en Georgia no son simples reacciones al reciente proceso electoral o a las tácticas represivas empleadas contra los ciudadanos. La crisis política se ha gestado desde inicios de este año, pero se intensificó en mayo cuando se propuso una controvertida ley inspirada en legislações rusas que amenaza con silenciar a la oposición política.
Esta normativa, que cuenta con el respaldo del partido gobernante y su influyente líder, Bidzina Ivanishvili, plantea serios riesgos para las aspiraciones europeas del país. El proyecto de ley sobre “influencia extranjera” fue aprobado por el parlamento georgiano el 28 de mayo, que desafió un veto presidencial. Esta situación generó preocupaciones en Bruselas, que consideró la legislación incompatible con los principios europeos, poniendo en peligro el proceso de integración de Georgia en la Unión Europea.
Los opositores al gobierno han calificado este episodio de “día de la traición”, y un amplio sector de la población georgiana, en su mayoría pro-UE, que representa cerca del 80% de los ciudadanos, ha interpretado esta aprobación como un triste paso atrás hacia la influencia rusa.
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